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24 de septiembre de 2017

Cuando les viene bien, somos personal esencial para la comunidad, para lo demás somos un cero a la izquierda

Rabia e indignación entre la profesión por la última agresión en Bilbao a un profesional de la seguridad privada

En plena huelga de seguridad privada convocada por la plataforma PSSP, con un decreto de servicios mínimos abusivos impuesto por la Secretaría de Estado de Seguridad, que ha estrangulado hasta el límite el derecho a huelga de los trabajadores del sector, se ha difundido la última agresión a un vigilante de seguridad privada, donde cuatro jóvenes dieron una brutal paliza en la madrugada del 22 de septiembre a este trabajador que estaba destinado en la estación de metro de Etxebarri. (VER AQUÍ)

Desde SPV denunciamos una vez más la precaria situación en la que tienen que trabajar muchos de los profesionales de la seguridad privada en su día a día, sin la debida protección jurídica al no tener la consideración de agentes de la autoridad, a pesar de que, cuando les interesa a nuestro gobernantes, somos asimilados con el personal de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, siendo considerado nuestro trabajo como "esencial para la comunidad". Así ha pasado en la aplicación de los servicios mínimos a cubrir en la ultima huelga, con unos porcentajes que en la mayoría de los casos han rondado el 90 %, como es el caso de los servicios de seguridad privada de transporte terrestre (aeropuertos, ferrocarriles, puertos etc), escenario de la última agresión.

Cuatro jóvenes dieron una paliza con puñetazos, patadas y golpes de cinturón a un vigilante de la estación de metro de Etxebarri. Los hechos ocurrieron sobre las seis de la mañana del 22 de septiembre tras la llegada del primer metro a la estación. Descendieron de él dos veinteañeros y uno de ellos no dudó en orinar a la salida, contra el muro exterior. La supervisora de Metro Bilbao se acercó y le recriminó su actitud, acompañada por uno de los vigilantes que posteriormente fue agredido. Un linchamiento, con patadas y puñetazos. Se quitaron los cinturones para golpearle con ellos. Todo acabó cuando el hombre, que rondará los 50 años, cayó al suelo y se dio un golpe en la cabeza contra la pared. Su compañera, que no había resultado agredida, temió lo peor. Le vio inconsciente y pensó que le habían matado. Los agresores, seguramente, también lo creyeron, y salieron corriendo. La supervisora de metro confesó a su compañero que «pasó mucho miedo en aquellos momentos». Afortunadamente, el vigilante recuperó pronto el conocimiento y pudo ser trasladado rápidamente a un centro hospitalario. Fue dado de alta horas después tras un exhaustivo reconocimiento médico. «Tiene golpes en la cabeza, moratones en los brazos y todo el cuerpo magullado», describe su compañero de la empresa de seguridad.

Denunciamos que las agresiones a profesionales de la seguridad privada se están convirtiendo en el pan nuestro de cada día, sin que nadie haga nada por parar esta barbaridad. Y las leyes nuevas que regulan nuestro sector, más que atajar esta lacra, lo que hacen es ponernos cada vez más expuestos e indefensos antes las agresiones. La gran paradoja es que esos mismos trabajadores que son considerados cuando interesa a nuestros gobernantes "personal esencial para la seguridad de la comunidad", para todo lo demás no son más que un cero a la izquierda, mano de obra barata que tapa los agujeros a dónde la seguridad pública no puede llegar, y que hace engordar las cuentas de beneficios de las empresas de seguridad.

¿Hasta cuándo va a durar esta sinrazón?

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