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9 de octubre de 2017

Historias y anécdotas del día a día del trabajo de los vigilantes de seguridad

Maldiciones gitanas, lluvias de huevos y otras historias de los vigilantes privados
Algunos guardias de seguridad, un sector permanentemente insultado y amenazado, cuentan las cosas más raras que les han pasado a lo vigilantes de seguridad en el ejercicio de su trabajo

Ariel lleva uno de esos uniformes color caqui que identifican a muchos vigilantes de seguridad. Está sentado en su garita, en una urbanización de Alcobendas, Madrid. Tiene 40 años, un acento más bien indefinible, y lleva más de 15 trabajando en el sector. Así que le han pasado bastantes cosas. De las más raras, la lluvia de huevos de chocolate "y de los de verdad" que le cayó el pasado 1 de noviembre por no dejar pasar a unos adolescentes disfrazados a las casas que vigila. Amenazas de muerte, “miles”. Insultos, “casi todos los días”. También intentos de robo, pero eso ya son palabras mayores y los guardias tienen firmados contratos de confidencialidad, por lo que son bastante parcos a la hora de dar pormenores.

“Yo, cuando me amenazan de muerte, les digo que se pongan a la cola, que tengo más lista de espera que la Seguridad Social”, comenta otro profesional en el foro de vigilantes, donde varios de ellos cuentan anécdotas muy singulares. “A mí me han echado maldiciones gitanastambién, de esas de que se te caigan los ojos y esas cosas”, precisa Ariel, a quien le falta una de las piezas dentales delanteras, aunque no precisa si fue por algo que tuvo que ver con su trabajo. Las amenazas "y las discusiones más o menos agresivas" son cosas "del día a día".

Yo tenía que vigilar que nadie pasara de una línea en un sitio vacío, pero al otro lado no había nada ni ningún peligro “Estando tantos días en el mismo sitio, donde pasa mucha gente, hay miles de anécdotas que contar”, asegura Alberto García, portavoz del Sindicato de Vigilantes de Seguridad Privada. Así, se pueden escuchar testimonios como el aquel guarda a quien le encomendaron “un servicio en un sitio vacío con una línea en medio". "No podía dejar a la gente que pasase al otro lado de la raya, aunque no hubiera ningún peligro ni nada al otro lado. Es lo más chorras que he tenido que hacer”.

Otro asegura que dedicó sus esfuerzos a sacar a un gatito de un conducto de aire acondicionado, para lo cual, además de llamar a los bomberos, tuvo que desactivar varias funciones de la nave que observaba. También de desactivar va la anécdota de otro profesional que trabajó en una caja de ahorros donde su auxiliar no sabía desactivar las alarmas, así que sonaban todo el rato cada vez que se acercaba a algunos puntos de la sucursal: “Me llamaban todo el rato de incidencias para preguntarme que qué pasaba y aquello hacía un ruido de mil demonios cada dos por tres”.

Arcos detectores Los vigilantes de arcos detectores tienen un sinfín de recuerdos 'curiosos'. Desde aquellos que se han topado con gente que no sabe por qué razón pita hasta aquellos a quienes se les "descubre lo que era en un registro más a fondo” (refiriéndose a objetos, como vibradores, que llevaban metidos en partes ocultas del cuerpo) o aquel que después de notar el pitido le pidió a la persona que se vaciase los bolsillos y el interpelado sacó un revolver. José, que así se llama el vigilante al que le tocó el caso, se alarmó, pero quien portaba el arma se rio y le explicó que era un abogado amenazado por ETA y que tenía el permiso en regla para entrar a los tribunales con el arma.

Empezamos a buscar a los intrusos como si fuéramos los geos. Al final, encañonamos a la encargada de la limpieza Precisamente de armas también va lo más curioso que recuerda otro miembro del foro de vigilantes. Los llamaron porque parecía que alguien había entrado en el edificio que vigilaban y él y dos compañeros desenfundaron los revólveres y empezaron a buscar a los intrusos “como si fuéramos los geos”. Al final, encañonaron a una mujer con bata que resultó ser la encargada de la limpieza nocturna. Los del control no se habían percatado de que los 'allanadores' eran los empleados que entraban todos los días a esa hora.

Otra situación curiosa que suelen referir los profesionales es la de no dejar pasar a un señor “que luego resulta ser el nuevo director de la sucursal”. Generalmente, el 'señor' se pone hecho una furia y al vigilante le cae un buen rapapolvo, aunque él no esté más que cumpliendo con su trabajo. Los insultos y los menosprecios, también de otros empleados, son las cosas “que más nos molestan”, según explica García, que cree que hay un estereotipo que viene de antiguo por el que se equipara vigilante “a gorila macarra de discoteca, y eso no es verdad desde hace ya mucho tiempo. Se nos exige una titulación”. El sindicalista recuerda también que la ley que regula su trabajo emana de Interior y que son una parte "muy importante" de las estructuras de seguridad del país.

Precisamente sobre 'gorilas de discoteca' versa la experiencia de otro participante en el foro, que recuerda cómo les contrataron para una celebración en una sala de fiestas muy de moda para dar apariencia de legalidad mientras “en realidad eran unos armarios búlgaros los que se encargaban de echar a la gente y de todo lo que en teoría teníamos que hacer nosotros, que estuvimos allí mirando mano sobre mano toda la noche”.

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