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25 de abril de 2014

Mónica Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios madrileños y presidenta de Seguriber, saca el látigo neoliberal

La economista propuso la bajada del salario mínimo para los jóvenes sin cualificación «para sacar a los ninis del limbo en el que viven», porque «te obligan a pagarles aunque no valgan para nada»

La presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica Oriol, se convirtió ayer en uno de los centros de atención mediática cuando en un encuentro informativo sugirió la bajada del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) a las personas sin formación argumentándolo en estos términos tan contundentes: «Para sacar a los ninis del limbo en el que viven». Oriol, que además apostó por «una segunda reforma laboral», justificó la bajada del lístón de mínimos salarial debido a que «hay que dar trato desigual a formación desigual» y apuntó que hay un millón de personas «con cero cualificación» y un salario mínimo, «y te obligan a pagarles aunque no valgan para nada».

Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid y diplomada por la London School of Economics, Mónica Oriol fue nombrada presidenta del Círculo de Empresarios en sustitución de Claudio Boada en el año 2012, quien abandonó el cargo tras los ocho años de máximo al frente de la institución. De poco más de 50 años, casada y con seis hijos, ya era vicepresidenta del Círculo en ese momento. Además es presidenta de Seguriber Umano, la empresa encargada de la seguridad exterior del Madrid Arena el día de la fatídica avalancha, y consejera de Indra.

Aplica en casa las reglas del mercado De tendencia muy neoliberal, de la que hace orgullosa gala, la presidenta del Círculo de Empresarios es una persona fría y distante en las distancias cortas, llegando a ser ruda en algún momento. Con su familia se jacta de llevar a la práctica su ideología predilecta, con pocas reglas pero claras, y así les da préstamos a sus hijos (adelanta la paga a cambio de futuras pagas), penaliza las llegadas a deshoras con recortes en el horario de salidas futuras, etc.

Oriol tiene fijación por la reforma laboral acometida hace poco más de dos años por el Ejecutivo de Mariano Rajoy. La máxima representante del Círculo de Empresarios cree que fue una ocasión perdida para reducir la brecha del coste del despido entre los trabajos temporales ylos indefinidos «bunkerizados» para situarlo en el entorno de los 18 días por año, en línea con otros países de la UE, y de hecho promueve este acercamiento siempre que puede. «Ya que adoptas una medida de ese porte (reforma laboral), por favor, hazla para ponerte el primero de la fila y convierte tu mercado en el más flexible para parecernos a esos países que tienen unas tasas de empleo bajísimas. O sea, a los nórdicos y a Estados Unidos», decía a ABC en agosto de 2012.

Si bien es cierto que ayer, Oriol celebró que esta medida haya propiciado que la negociación colectiva recaiga más en las empresas en vez de «en unos representantes sindicales que hace mucho que no trabajan y que están sentados en Avenida de América (en referencia a UGT) o en donde sea». La economista, que está equipada con todos los manierismos propios de su escuela, no tiene pelos en la lengua a la hora de criticar los aspectos que lastran su manera de entender el buen funcionamiento de un país, y por ello también atacó a la actual prestación por desempleo, que cree no incentiva la búsqueda activa de trabajo y promueve el «parasitismo» entre los parados. Oriol cree el actual sistema proteccionista provoca que en España «nadie acepta un trabajo si tiene por delante dos años de prestaciones». O apostó por seguir adelgazando la Administración, que ha llevado las plantillas a los niveles de 2008, pero que considera «es insuficiente» si se tiene en cuenta que los ingresos del Estado son también menores.

Las polémicas palabras de Oriol tuvieron una previsible contestación por parte de los sindicatos, que poco después, según avanzaba la tarde, instaron a Oriol, en declaraciones del propio Cándido Méndez de UGT, a que pidiera disculpas a los jóvenes en paro sin cualificación, muchos de ellos empleados en los últimos años en la construcción, por decir que «no valen para nada».

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