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20 de enero de 2014

La venganza del dueño de Eulen, en el testamento.

David Álvarez Díez (86) creó un imperio de la nada. Con esfuerzo, trabajo, muchos sacrificios y la inestimable ayuda de su primera esposa y madre de sus siete hijos, María Vicenta Mezquiriz, el empresario, que nació el 16 de marzo de 1927 en un pueblecito de las montañas leonesas --donde quiere ser enterrado-- llamado Crémenes, levantó con sus propias manos el Grupo Eulen, que hoy es un gigante empresarial presente en once países alrededor del mundo y que factura 1.340 millones de euros al año, según datos facilitados por la propia empresa. Esto le ha permitido atesorar una fortuna personal valorada en cientos de millones. Dada su avanzada edad, es lógico pensar que su herencia es una golosa tarta que habrá que repartir algún día no muy lejano. Un momento especialmente morboso para algunos, dada la guerra fratricida en la que se ha instalado esta familia ante la atónita vigilancia del ojo público.

Si los hijos leales no cumplieran los deseos de su padre, recibirían también la legítima Según una información a la que ha tenido acceso LOC, don David habría consumado la ruptura con cinco de sus siete hijos al firmar un documento hace tres años en el quedesignaría sólo a dos de ellos, los «leales» --Jesús David y María José-- herederos universales de su fortuna. Los otros cinco, que él mismo y la prensa han bautizado como «díscolos», serían 'castigados' percibiendo sólo la legítima estricta. En dicho escrito, redactado según las mismas fuentes a finales de 2010, el fundador de Eulen se lamentaba de no haber sido capaz de transmitir con éxito a algunos de sus hijos la importancia de valores morales más valiosos aún que el poder y la riqueza. Don David expresaba en este documento que siempre había tratado de que en su familia reinase la unión y la armonía de sus miembros --llegó incluso a inspirar la redacción de un Protocolo Familiar que recogía los valores familiares--, aunque se lamentaba profundamente de que tales intentos a favor de la paz familiar hubieran resultado, en muchos casos, esfuerzos baldíos para los que no había encontrado colaboración alguna en parte de sus hijos. Transmitía así por escrito el desconsuelo que le provocaba la quiebra de su familia, un conflicto que había saltado a la prensa meses antes de firmar esos últimos deseosy que estaba quebrantando el Grupo Eulen, la gallina de los huevos de oro y centro de las disputas familiares.

Jubilación forzosa La guerra de los Álvarez, que hasta entonces habían proyectado una imagen de familia ejemplar, con los siete hijos de don David involucrados en mayor o menor medida en los negocios del linaje, estalló de manera pública a principios de ese año 2010. Entonces,cinco de ellos decidieron que había llegado la hora de que su padre se jubilarapara tomar ellos las riendas de la empresa (otras fuentes dicen que fue don David quien intentó primero apartar a sus hijos del Consejo de Administración). Aunque el patriarca fue relegado en un primer momento de su silla en el consejo de Eulen, poco después recuperó el control gracias a su mayoría accionarial y al apoyo de los dos hijos leales, María José y Jesús David, los mismos que serán sus herederos universales. Cosa distinta ocurrió con El Enebro, la sociedad patrimonial familiar propietaria de Bodegas Vega Sicilia o de Valles del Esla, una plaza que sí pudieron conquistar los hijos rebeldes. A día de hoy aún siguen al mando de dicha sociedad, aunque la justicia no les apoya y están esperando a que el Tribunal Supremo admita o no a trámite el último recurso al respecto.

Así las cosas, la familia se ha partido en dos y las hostilidades entre ambos bandos no han hecho sino aumentar. En el último capítulo, escrito el pasado mes de noviembre,David Álvarez acusaba a sus hijos díscolos de estar vaciando el patrimonio de El Enebro antes de que la justicia previsiblemente le devuelva el control de la sociedad.

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